Estados Unidos se dispone a emprender su enésima batalla contra los problemas cardiovasculares y de obesidad que atenazan a su población.
La evidencia científica muestra que contribuyen a obstruir las arterias y que incrementan significativamente el riesgo de enfermedad cardiaca. La reclasificación de la FDA de estas sustancias, que hasta ahora se consideraban –como la sal o la cafeína– como «generalmente seguras» tendrá una vigencia de 60 días, durante los cuales ciudadanos y empresas podrán hacer alegaciones.
Si el cambio se hace definitivo, el uso alimentario de los aceites hidrogenados —la mayor fuente artificial de grasas trans— tendría los días contados. Pasarían a considerarse un aditivo, y estarían sujetos a la aprobación de la FDA antes de su comercialización. Si no la obtuvieran —las empresas deben demostrar que son seguras— los alimentos que las contengan se considerarían adulterdos y su venta estaría prohibida.
En España, explica el catedrático de Nutrición de la Universidad de Navarra Alfredo Martínez, no hay regulación sobre el uso de estas grasas. Solo la recomendación de las autoridades sanitarias a las empresas para que minimicen su uso. Estas, sin embargo, no están obligadas ni siquiera a informar en el etiquetado de su presencia.
La medida tomada por la FDA ayer supone uno de los pasos más serios de las autoridades de salud pública contra las grasas trans. Sustancias las que los expertos llevan años alertando. Ya en 2006, la agencia estadounidense determinó que los alimentos que contuviesen aceites hidrogenados debían reflejarlo en su etiquetado —lo que provocó que muchas compañías los eliminaran—, una medida que también han puesto en marcha otros países como Canadá. Ese mismo año, Nueva York aprobó una ley que obligaba a los restaurantes a dejar de utilizarlas en sus cocinas.
Michael Taylor, responsable del área de alimentos de la FDA, explicó ayer que la agencia ha tomado esta decisión basándose, entre otros, en una investigación científica de 2011 que muestra que consumir estas sustancias hace que se eleve peligrosamente el nivel en sangre de colesterol malo y disminuya el bueno. «Si la evidencia científica dice que un producto es malo para la salud, nuestra función es proteger a los ciudadanos. Y esto es lo que estamos haciendo», explicó.
Las autoridades estadounidenses creen que la medida ayudaría a prevenir unos 20.000 infartos y 7.000 muertes provocadas por patologías cardíacas al año. En Estados Unidos, una de cada tres personas padece problemas de corazón. En ese país, en 2007 (según los últimos datos recogidos por el Centro de Control de Enfermedades), murieron 150.000 personas menores de 65 años por ataques de corazón.
«Las grasas trans no solo se han demostrado como poco saludables. Sino que podrían considerarse como no seguras para una alimentación equilibrada», explica el experto de la Universidad de Navarra. «Afectan a la maduración del cerebro, a las membranas cerebrales e incluso a la formación de algunas hormonas esteroideas; además de incrementar el denominado colesterol malo», abunda.
«Entendemos que estos cambios van a exigir importantes modificaciones», reconoció el responsable del área de alimentos de la FDA en una rueda de prensa. «Este paso es fundamental para prevenir que las personas sigan expuestas a una sustancia química que la mayoría de las veces no saben que está en su comida», ha añadido. No solo porque los ciudadanos no siempre leen el etiquetado, sino también porque una presencia menor a medio gramo por ración no tiene que declararse.
«Desde hace años, muchas compañías han demostrado que se pueden crear alimentos procesados sin necesidad de usar grasas trans. Gracias a estos esfuerzos y a la educación sobre nutrición se ha conseguido que el consumo de estas sustancias en la nación se reduzca», puntualiza la FDA en un comunicado. De hecho, grandes franquicias de comida rápida como McDonalds, Kentuchy Fried Chicken o Dunkin Donuts han encontrado sustitutos y aseguran que ya no las utilizan desde hace años.
La presencia de esta sustancia se ha reducido mucho desde 2006 en EEUU. Ese año, cuando todavía no era obligatorio informar al consumidor en la etiqueta de que el alimento contenía grasas trans, los estadounidenses consumían 4,6 gramos de estas grasas al día; en 2012 ingerían un gramo diario. Sin embargo, la FDA recuerda que incluso un pequeño contenido de esta sustancia artificial puede acumularse y suponer riesgo para la salud. De ahí, dicen, el paso para vetarlas definitivamente que han aplaudido los responsables de salud pública estadounidenses.
«Aunque mucha de esta sustancia ha desparecido, sigue siendo un problema y hay que tratarlo», apuntó Michael Jacobson, director ejecutivo del Centro Científico de Salud Pública y uno de los expertos que lleva años luchando para sacar la medida adelante, a The New York Times.